martes, 4 de enero de 2011

#9.

Es Navidad. Pero ni te habías enterado. Ahora que lo sabes solo quieres que termine de una vez. Todos los que te conocen te ven como una especie de Grinch o Ebenezer Scrooge en formato femenino. Ha sido una Navidad vacía. No has estado con los tuyos, con los que de verdad te importan. Han volado... como los copos de nieve que no hemos visto en estas fechas. 

En vez de cantar villancicos, le has contado tragedias a la almohada. Por eso está harta de ti, y hay días que no te deja dormir a modo de castigo. Las fotos de tu pared repiten sin cesar: Has cambiado, has cambiado, ¡HAS CAMBIADO! Lo dudas. Lo que sí has cambiado han sido las reuniones familiares por el gimnasio y los paseos solitarios. No comes turrón, ni mazapanes, ni cordero, y tampoco bebes champagne. Lo único que te has tragado han sido tus lágrimas.

Pírate de una vez, Navidad. Quizás cuando te marches, regresarán a los que yo eché de mi vida... antes de que tú llegases.

viernes, 31 de diciembre de 2010

#8.


El MMX entró demasiado bien, y termina bastante mal. Pero no son los extremos los que definen un todo. En este bloque de momentos han pasado muchas cosas, que, buenas o malas, han definido un trozo de nuestra vida. El invierno entró bien, la primavera fue dudosa, el verano frenético, el otoño fue de reencuentros y cambios, y este nuevo invierno está siendo demasiado frío. “Ante el mal tiempo, buena cara”, suelen decir. Qué difícil se me antoja. Solo quiero que las cosas vuelvan a su sitio. Tengo dos propósitos en este año que entra. Uno no viene a cuento, y el otro es no dejarme engañar nunca más. Y menos por las mismas personas de siempre. Al menos te tengo a ti. Gracias por querer pasar un 2011 conmigo. Por si no lo sabías… te quiero.


sábado, 18 de diciembre de 2010

#7.

Se te abre el pecho. Sale tu corazón y se suicida contra el suelo. Tu estómago se asusta y se contrae... te corta la respiración. No puedes respirar. Tus ojos buscan vida y dejan caer agua.   Pum Pum, Pum Pum.


 Tu corazón sigue en el suelo, aún vive. Pero está agonizando. Pum... pum. Explotas de ira. Lo pisoteas. Gritas: ¡Muérete de una maldita vez! ¡Cállate! ¡Olvídame! ¡¿Por qué demonios eres tan débil?! No estás hecho para vivir aquí... ¡Adiós!

Deberían dejar de provocar esto. Son ellos. Las personas que más te quieren del mundo. O eso dicen... No sabéis el dolor que se siente. Y me refiero a un dolor físico.

Y tú sigues hablando en tercera persona.
Necesitas ayuda.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

#6.

Había una vez una niña. Poco faltaba para que dejase de serlo, pero aún lo era.  
Sabía muy poco de la vida, pero al mismo tiempo, muchísimo más de lo que a muchos les gustaría saber.  

Siempre soñó con ser mayor y así saber más cosas. Por eso leía mucho, viajaba mucho, hablaba mucho, pensaba mucho... quizá demasiado. 

Tenía secretos, pero eran sordos y hablaban muy alto. 

Nunca le gustó que la gente la juzgara y por eso hablaba de ella misma antes de que lo hiciesen los demás. 

Se reía del mundo y sus crueldades, y miraba hacia otro lado o luchaba por las injusticias. Todo a partes iguales.

Sus ojos eran diferentes el uno del otro, y por eso veía la vida de dos maneras distintas. 
Pero el ojo derecho a veces le fallaba y veía todo de un solo color.  

No había nada que hiciese demasiado bien, pero sí muchas cosas que hacía demasiado mal. Sin embargo, no la importaba. 

Al llegar la noche y cuando su cabeza tocaba la almohada, sus lágrimas salían de paseo y la mojaban la cara. Nunca supo el porqué. Era tan joven...


Ann.

lunes, 29 de noviembre de 2010

#5.

Podría empezar diciéndote que vivas tu vida.
Seguir, animándote a que persigas tus sueños.
Y terminar, quizás, con un: "Nunca te rindas".

Pero, ¿quién soy yo para decirte todo eso?
La que vive vidas ajenas, la que abandonó sus sueños y la que terminará rindiéndose...

Haz lo que quieras.
Y no dejes que nunca nadie te aconseje.
La mayoría de nosotros, no sabemos de que hablamos.
Y eso, es VERDAD.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

#4.

¿Por qué lloras tanto últimamente?
¿Por qué hablas de ti en segunda persona?
¿Por qué deberías hacer mil cosas y nunca tienes nada que hacer?
¿Por qué no te has dado cuanta antes de cómo son?
¿Por qué nunca te sientes agusto en ningún lado?
¿Por qué te ves tan rematadamente diferente al resto?
¿Por qué no vives tu vida y dejas de preocuparte por los demás?
¿Por qué no dejas de engañarte a ti misma?


La clave está en los tres mil seiscientos segundos 
al día que te pasas preguntándote: ¿A qué demonios juegas?
Ann.

viernes, 5 de noviembre de 2010

#3.

6.35h. Suena el despertador. Esa canción que te pasó tu hermana que al principio te gustaba y ahora aborreces. Apagas la música, parpadeas y enciendes la luz. BUM! Crees que te disparan en los ojos. Piensas en tu día, piensas en él, piensas en lo que harás el fin de semana... O eso crees tú. En realidad, no piensas en nada. Tu cerebro aún duerme y diez minutos más tarde te sorprendes duchándote. Te miras en el espejo y tu cara es idéntica a la del zombie que salía en la película que viste ayer.

7.04h. Desayunas con la tele puesta. No la ves, no la oyes. Tampoco la miras, ni la escuchas. Dicen algo de unos mineros, un rescate, y tu cerebro despierta. Te emocionas, lloras con ellos. Lloras de felicidad, y eso no es normal en ti. Algo te está pasando. Lo notas. Te asusta. Te gusta.

7.52h. Subes al tren y buscas un asiento vacío, lo más apartado del resto posible. Te sientas en uno doble y colocas tu mochila en el de al lado, conviertiéndolo en la última elección de los nuevos viajeros. Eres asocial, o al menos tu conducta. Te avergüenzas de ello, pero nunca has luchado por cambiar. Te aislas en tu música. Todas las canciones te parecen hechas para ti. Todas podrían ser el videoclip que se ajusta a tu vida, aunque ninguna hable de nada que tenga que ver contigo.

9.04h. Llegas a tu campus, tu universidad. Te encanta el frío de por la mañana. Hace que te sientas viva. Hay un chico muy amable que te ofrece el periódico. Le sonríes. Hace que ese minuto de tu vida sea feliz. Llegas a clase y te sientas en primera fila.

14.11h. Vuelves a subir al tren. Tu día ha terminado, porque lo que harás por la tarde hace tiempo que perdió el interés para ti. Ya no te apetece quedar con tus amigos. No te apetece ni verle a él. Sólo quedarte en casa y no pensar en nada. Definitivamente, has cambiado mucho.